2009-2010:Textos

Entrevista a Susana Cremades, colaboradora del proyecto Una casa digestiva para Lavapiés

Jorge Díez

Entrevista de Jorge Díez a Susana Cremades, periodista y editora, que también ha realizado distintas tareas como asesora laboral y mediadora social, es vecina de Lavapiés y abrió la posibilidad de que Josep-Maria Martín accediera a la realidad de los pisos patera en ese barrio de Madrid.

JD- ¿Conocías MADRID ABIERTO antes de ser ‘la llave' del proyecto de Josep-Maria Martín? Lo cual quiero agradecerte especialmente, además de a Ana Velasco, ‘llave de la llave', y también agradecerte que te prestes a esta entrevista.

SC- Conocí MADRID ABIERTO leyendo el artículo que se publicó en Revista de Museología, en la que yo hacía el diseño gráfico, aunque ya antes había visto algunas intervenciones en la calle de Alcalá o en la Casa de América y siempre me había parecido algo curioso.

JD- Y en general, ¿cuál es tu relación con el arte?, porque veo aquí que tienes reproducciones de grandes artistas del siglo XX. Además de esa curiosidad que mencionas sobre Madrid Abierto ¿qué piensas del arte de ahora?

SC- Leo sobre ello, veo proyectos, pero no acabo de captar bien por dónde va. Me han explicado que está mucho más imbricado con lo social, pero el arte..., no sé. Cuando voy a una exposición busco que me aporte algo y disfruto con obras como esta reproducción que tengo ahí de Las señoritas de Aviñón de Picasso que, por cierto, también le gusta mucho a mi hijo, que tiene dos años. Si tuviera que decantarme por algo, lo que más me gusta es el expresionismo. Volviendo a ese arte más relacionado con la realidad social me parece que tiene que ver, sobre todo, con la decisión de los artistas que adoptan esa perspectiva, ¿pero el arte dónde está, en la persona que es artista o en lo que se hace?, porque hay otras personas que desarrollan proyectos con la comunidad difíciles de distinguir, en ocasiones, de lo que hacen determinados artistas.

JD- ¿Por qué crees que se producen fenómenos como ARCO, que tienen un abundante público, especialmente jóvenes, aunque haya un amplio escepticismo sobre el valor del arte actual?

SC- No sé qué impulsa a la gente a ver arte actual, seguro que algunos van a disfrutar, pero yo que soy realmente torpe a la hora de dibujar o de desarrollar cualquier habilidad plástica, me gusta ver lo que provoca en mí aquello que otra gente diestra en este terreno me ofrece. Es decir, que el disfrute y la posibilidad de conmoverse con cualquier expresión artística, sea un cuadro, una película o una música, está en el origen de mi interés y en el de mucha gente que se acerca al arte, aunque hay otros muchos que lo hacen por estatus o porque es lo que toca hacer, como un dictado de la moda o como resultado del marketing, que es lo que quizás pasa con ARCO.

JD- En este sentido, tú como periodista, como profesional, ¿cómo ves la relación de los medios de comunicación con la cultura en general y con el arte en particular?

SC- La verdad es que soy un poco crítica con los medios de comunicación, a pesar de ser periodista y actualmente no ejercer, porque creo que los medios de comunicación ahora mismo han dejado en gran parte de lado su misión de informar, de ayudar a formar un espíritu crítico. Sobre todo los medios de comunicación públicos que deberían defender los pilares básicos de la información y que se dedican a la guerra de audiencias, por lo que el supuesto interés público no se concreta en facilitar el acceso a la realidad compleja de muchas propuestas de arte contemporáneo que abordan los problemas de la ciudad, el paisaje urbano, la inmigración o cualquier asunto de carácter social. Y cuando algún medio público intenta hacerlo, la verdad es que como apenas tiene audiencia, no dispone de recursos para hacer bien su trabajo, por ejemplo, es un tópico que a todo el mundo le gusta La 2, aunque en realidad casi nadie la ve. De hecho en la función de los medios de comunicación hay un gran acuerdo, aunque a unos les guste y a otros no, pero también hay un gran acuerdo en que no cumplen dicha función.

JD- Sin embargo, en el ámbito de la cultura se produce algo distinto en los medios de comunicación, que quizás tiene que ver con la consideración general sobre la cultura, y que hace que, al menos en apariencia, no se siga la línea editorial o los intereses empresariales, sino que prima un tipo de información más libre o más próxima a la cultura como espectáculo.

SC- Viste mucho y si te interesa la cultura eres extraordinario, pero en los medios de comunicación, cultura y deportes les toca a los últimos periodistas de la fila, en cuanto a información se refiere, salvo aquellos casos en que el súper especialista se ocupa de la cultura entendida como algo de élite en suplementos especializados o en los semanales.

JD- Y volviendo a las prácticas artísticas actuales que no se centran en la producción de objetos artísticos sino en los procesos y en la aproximación a lo social, dando por supuesto que hay algún tipo de resultado que se inscribe en el campo de lo artístico, ¿crees que tienen algunas características comunes o que hay una diversidad de planteamientos y de actitudes de los propios artistas en la misma medida que en las prácticas convencionalmente entendidas como propias del arte?

SC- Tanto desde el punto de vista del arte, como de cualquier otro que atiende a la realidad social me parece positivo, aunque los propios artistas parecen situarse en otro plano, y hablo impropiamente en plural porque un contacto directo sólo lo he tenido ahora con Josep-Maria Martín, quien ha expresado varias veces que él como artista llega a muchos más sitios, o a sitios más importantes, que cualquier otra persona no puede llegar. Esa posibilidad de llegar a reunirse, por ejemplo, con un presidente de gobierno puede propiciar pequeños cambios en la realidad y eso me parece algo muy positivo.

JD- Pero ese acceso a quienes tienen poder o influencia puede tener otra lectura, que el artista continúa desempeñando el papel de acompañante del poder, que entretiene y da prestigio a quienes mandan en la política, la economía, ..., y al mismo tiempo obtiene su propio prestigio y cuota de poder como elegido de ese poder. Y aunque determinados artistas no persigan de ninguna manera este objetivo, sino el de propiciar esos cambios en la realidad, ¿hasta qué punto no está sobredimensionada esa posibilidad transformadora del arte? ¿cómo puede el artista ser capaz de hacerse cargo de realidades complejas y de rebasar el campo propio del arte, haciendo el papel simultáneo de sociólogo, antropólogo, geógrafo y asistente social?

SC- Realmente no sé si alguna vez se produce eso o en muchas ocasiones es otra forma de manifestarse el ego de los artistas, sólo superado por el de los arquitectos estrella, pero habría que ver cada caso, no hay una pauta común, tiene que analizarse si un artista concreto se aproxima a una realidad que, en muchos casos, es la expresión del arte de vivir o de sobrevivir en unas condiciones pésimas o sólo trata de confirmar su idea previa sobre esa realidad concreta, que no tiene nada que ver con el arte y a la que es tan ajeno que es muy difícil entender y compartir en una aproximación muy breve y corta, como la que generalmente se produce en el desarrollo de muchos proyectos. Yo no soy artista, pero dudo mucho de que, por el hecho de serlo, se pueda conocer y comprender una realidad ajena y compleja. En cualquier caso me parece un planteamiento positivo y de interés, más allá de los resultados concretos.

JD- ¿Cómo crees que se entiende este acercamiento de los artistas a determinadas realidades sociales?

SC- Siempre se entiende, desde la otra parte, como un aprovechamiento. Es muy difícil una relación de igualdad cuando la situación de partida es tan distinta. En la tensión del proceso creativo, que siempre busca un resultado artístico, sea el que sea, el artista a veces olvida que está tratando con personas ajenas a sus intereses y que pueden percibir que no reciben nada concreto de él, más en el caso de personas que no comparten nuestros códigos porque no pertenecen a nuestro mal llamado primer mundo. Y lo contrario, cualquier comentario por parte de estas personas que pueda ser entendido como contraprestación, genera recelo ante la posibilidad de que quieran aprovecharse de una situación que tiene un objetivo artístico. Es como los piratas tan de actualidad, nos echamos las manos a la cabeza con estos piratas somalíes, pero ¿no somos nosotros piratas de ese mar, de su tierra, de sus gentes? Sus asaltos, los rescates, nos suenan a otro siglo y a una violencia que detestamos, pero ¿qué hace el primer mundo por ejemplo en ese mismo cuerno de África? En Etiopía se cultiva el teff, un cereal con el que se elabora la injera, pan gomoso que es el alimento básico de la población. Una empresa holandesa vio que tenía propiedades adelgazantes para un primer mundo sobrealimentado y ha patentado distintos derivados del teff gracias a un acuerdo con el gobierno Etíope, con las consecuencias de un incremento salvaje del precio del teff, que está privando a ese país de su producto básico, y que va a contribuir a que este año mueran seis millones de personas de hambre, al no poder acceder al único alimento disponible. ¿Ningún artista ha trabajado con este asunto tan importante y que afecta a mucha gente?

JD- No lo sé. Pero me interesa lo que señalas de la relación entre iguales y del posible aprovechamiento mutuo.

SC- Claro, un aprovechamiento que en el caso de los senegaleses del proyecto de Josep-Maria ha podido dar lugar en algún momento a pensar que ya están otra vez los blancos aprovechándose de nosotros, porque el rechazo del otro y el racismo es de ida y vuelta. Esa frase la he escuchado yo con motivo de este proyecto y eso no se puede consentir, porque no es cierto, no es verdad que este proyecto sea la ocasión para que alguien obtenga un beneficio económico.

JD- Este proyecto se hace en Lavapiés, que es donde vive este grupo de senegaleses, ¿por qué crees que hay tantos artistas interesados en este barrio?

SC- La idea que dan los medios de comunicación y los políticos que nos gobiernan es la de un barrio marginal, lleno de delincuencia, pero desde hace unos años en Lavapiés hay una tipología de profesionales y gente de la cultura que no tienen nada que ver con un barrio de viejos, de inmigrantes y de gente que no teníamos un duro y compramos las casas a un precio muy bajo porque esta zona era la más barata de Madrid, junto con Vallecas. Yo compré mi casa hace once o doce años porque además me gustaba Lavapiés, siempre había vivido cerca. Pero esta gente ha comprado casas de noventa metros cuadrados a noventa millones de las antiguas pesetas, gracias a planes de rehabilitación que han fomentado la "limpieza" del barrio. Una casa como esta, que yo compré por nueve millones y que no llega a cincuenta metros cuadrados, se ha vendido por cuarenta. ¿Quiénes compran estas casas? ¿Por qué gusta tanto este barrio? Quizás en la época de la movida mucha gente que vino al barrio tenía una procedencia social parecida pero un distinto enfoque vital y social. Ahora vienen los de los pantalones rotos a doscientos euros, que son una minoría dentro de la minoría española actual en el barrio, pero muy significativa, y que realmente no conviven con el resto del barrio, no conocen a sus vecinos ni se relacionan con ellos y de hecho contribuyen a ir echando a los vecinos tradicionales y a los nuevos vecinos inmigrantes, aunque no se lo hayan planteado y no sea esa su intención. Cosa distinta son las administraciones públicas que quieren convertir el centro de Madrid en un lugar igual al de otras grandes ciudades, lo cual está muy claro si vemos cómo se organiza la vida política, cómo se desarrollan los plenos municipales, cómo interviene la policía o cómo se llena el barrio con cámaras, que no responde desde luego a un proyecto artístico sino a otros objetivos, pero que de rebote han generado proyectos, como el proyecto Camarón de Un barrio feliz, que me parece de lo más creativo, aunque no sabría decir si es arte, protesta social, o una manera distinta de hacer ciudad.

JD- ¿Qué opinas de algunos proyectos que se han ubicado en el barrio como el espacio Offlimits?

SC- Son algo distinto del proyecto al que me refería, que surge de las redes sociales, aunque la red social de Lavapiés ya no está activa. Han dejado de funcionar iniciativas como la mesa de vivienda y otras. La presión para cambiar y echar a los habitantes del barrio, también tiene que ver con problemas como el de la droga y la falta de voluntad política para solucionarlo. Sin embargo, afortunadamente han surgido nuevas redes sociales como la de acogida de inmigrantes que acaban de llegar expulsados de Canarias, adonde han llegado en patera. No son, evidentemente, intervenciones artísticas pero sí sociales, muy necesarias para el barrio. La voluntad no es hacer arte pero tienen un enorme potencial creativo a la hora de hacer barrio, de hacer otro tipo de ciudad. Me pregunto si se podría hacer algo desde el campo del arte, sin usar el barrio como un medio para corroborar las ideas previas que algunos artistas tienen de él.